sábado, 21 de noviembre de 2009

Una de piratas

No recuerdo si lo he dicho alguna vez pero los problemas económicos son aquellos relacionados con las decisiones sobre el uso de recursos escasos. En este sentido, es natural pensar en los temas relacionados con el consumo y la producción, los intercambio e incluso el dinero para realizar estos intercambios o para valorar los recursos escasos. Sin embargo, los problemas que se pueden plantear en términos de recursos escasos son innumerables. Cuando explico escasez o equilibrio general siempre pongo el ejemplo de la duración de un día. Aunque tienen medios distintos para disfrutar de ellas el día tiene las mismas horas para el hombre más pobre y el más rico de la tierra. Cada vez que usen una hora para una actividad habrán dejado de usar esa hora para otra actividad. Ambos se enfrentan a una escasez que abre la posibilidad de usar un modelo económico para explicar sus decisiones de uso del tiempo. Por ejemplo, la oferta de trabajo.



Algunos autores han usado esta prevalencia de los problemas de recursos escasos para aplicar la teoría económica en lo que a primera vista parecen fenómenos no económicos. Gary Becker de la Universidad de Chicago (Premio Nobel de 1992) es un caso paradigmático. Ha usado la teoría de los precios en un tema tan poco económico como tener un hijo.



La técnica básica de análisis es un tanto sorprendente. Se trata simplemente de suponerle un precio a cada cosa. Por ejemplo, una persona no tiene un hijo si el precio de ese hijo supera un determinado umbral y lo tendrá si no lo supera. A primera vista, esto parece un tanto pueril e inútil. Sin embargo, no lo es si al cambiar el precio de ese objeto cambian las decisiones de los individuos. En ese caso, podríamos relacionar las decisiones de los individuos con las causan que cambian los precios. En el caso del número de hijos no es difícil obtener evidencia empírica de la validez del modelo Beckeriano.



Buscamos dos tipos de familia. En el primer tipo, el varón ingresa 8000 euros al mes en un trabajo por cuenta propia exigente en tiempo y dedicación. En el segundo tipo, cada miembro de la pareja ingresa 4000 euros al mes en un trabajo por cuenta propia exigente en tiempo y dedicación. En el primer caso, el coste de un hijo es el coste monetario para su mantenimiento. En el segundo caso, es el coste monetario de su mantenimiento más el salario de la madre. A partir de esta clasificación de familias, se trata simplemente de contar el número de hijos que tienen las familias del primer tipo y del segundo.



Este es el tipo de temas y técnicas de análisis empírico que se plantea Steven Levitt en sus superventas Freakonomics y Superfreakonomics. No es casualidad que Levitt trabaje en el Centro Becker de investigación Económica de la Universidad de Chicago.



Las aventuras del gobierno español y de los armadores con unos piratas en las costas de Somalia me llevaron a pensar la situación en términos de precios y éstas son las preguntas que se me ocurrieron y algunas respuestas tentativas.



¿Por qué es mala la piratería?

Hacemos una actividad hasta que su coste la convierta en poco interesante o beneficiosa. Si el coste de la piratería se añade a otros costes la actividad dejará de ser atractiva antes. Habrá una pérdida de producción que se notará en algún lugar.


Una cosa curiosa que escandalizará a muchos lectores es que los impuestos tienen exactamente el mismo papel en la economía. Suben el coste de realizar una actividad y, por tanto, reducen esa actividad. Lo que me lleva a una nueva pregunta: ¿Por qué son buenos los impuestos y mala la piratería si tienen el mismo efecto económico?

La única diferencia que se me ocurre es el uso que se haga del dinero recaudado. Si los impuestos van destinados a crear un bien, ese bien puede ser más valorado que la pérdida de actividad económica del impuesto. Por otra parte, si los impuestos van destinados a pagar algo inútil sería un acto de piratería. Por tanto, el escrutinio continuo de cada unidad recaudada sería la manera de diferenciar una cosa de la otra. 


¿Supone algún problema económico pagar un rescate a los piratas?

Aumenta el rendimiento de su actividad y, por tanto, aumentará la probabilidad de un secuestro futuro. En otras palabras, incrementas el precio para un pirata de un acto de piratería. 


¿Tendría efectos económicos una acción militar contundente contra los bienes y las vidas de los piratas? 
Aumentaría el coste de llevar a cabo la actividad y reduciría la probabilidad de un ataque futuro. 
Lamentablemente, aumentaría también la probabilidad de un ataque a los barcos con una bandera que no haya participado en la acción militar. Esta circunstancia se parece a poner un guardia de seguridad en la puerta de mi casa. Mi casa estará más segura pero la del vecino tendrá una mayor probabilidad de ser robada ya que he reducido el número de casas para robar. Un guardia contratado por los dos tendría el mismo coste y el doble de efectividad. Por tanto, la acción militar debería ser conjunta por todos los países afectados. De hecho, unas aguas internacionales libres podría ser un activo para todos los países que las usan. 


¿Habría algún otro instrumento económico que pudiese reducir la probabilidad de un secuestro?

Este instrumento se encuentra si se piensa en el lugar en que ocurren los ataques. ¿Por qué no ocurren en las costas de Montecarlo? ¿Por qué no sale Ernesto de Hannover con su yate a robar a sus vecinos? Ernesto tiene otras alternativas económicas y a su cuñado no le haría ninguna gracia. 


Las alternativas no parecen muchas en el pueblo en el que viven los piratas. Por otra parte, no hay un estado allí que tome en cuenta los efectos generales para la población de esta actividad o los efectos a medio plazo para todo el mundo. 
La alternativa económica es promocionar otras actividades económicas y un estado viable en ese territorio. Existe una relación entre un acto de piratería hoy y la incompetencia de la comunidad internacional para lidiar durante veinte años con un estado fallido y la pobreza asociada.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El New York Times supera a El Diario de León.

Leyendo un poco sobre los efectos de la política agraria en la calidad de la alimentación me encontré con este artículo de Michael Pollan en el New York Times.

Primer ejemplo. Pollan no tiene ningún problema con que los agricultores tengan coste marginal decreciente.


"The rules of classical economics just don't seem to operate very well on the farm. When prices fall, for example, it would make sense for farmers to cut back on production, shrinking the supply of food to drive up its price. But in reality, farmers do precisely the opposite, planting and harvesting more food to keep their total income from falling, a practice that of course depresses prices even further."

Segundo ejemplo: la reducción del riesgo mediante un sistema de precios controlados reduce la producción.

"The shift from an agricultural-support system designed to discourage overproduction to one that encourages it dates to the early 1970's -- to the last time food prices in America climbed high enough to generate significant  political heat."


Si yo puedo pillarle en dos renuncios como estos en temas con los  que estoy medianamente familiarizado.  ¿Cuántas tonterías que me pasen desapercibidas contendrán sus libros divulgativos sobre nutrición?

Otras preguntas que se me ocurren:

¿Lee alguien estos artículos?
¿Por qué nadie protesta?


Las preguntas son relevantes. Si una persona sin ningún tipo de preparación puede decir estas barbaridades en el NYT y convertirse en un gurú de la agricultura. ¿Para qué se necesita tener varios centenares de departamentos universitarios dedicados a la agricultura?

Tan cerca y tan lejos (los viajes cercanos y lejanos de este economista su seguro servidor). Capítulo III.

La historia de la conferencia y el libro de Michael Pollan acaba mucho más cerca de casa.
El día 26 de Septiembre me perdí a inauguración de la temporada de Senderismo del grupo de montaña de la Universidad de León. Lamentablemente, no pude hacer la ruta de Zapatero y Calleja a Collado Jermoso. El estreno de la temporada para mí fue el día 17 de Octubre con la coronación de la Polinosa (cara sur) desde Redipollos. A todo aquel que no haya coronado una montaña aunque sea pequeñita se lo recomiendo encarecidamente. La ruta concluyó en Maraña caminando entre pastos de montaña y vacas pastando en libertad. En la ronda de cervezas posterior a la caminata un universitario extranjero hizo la siguiente pregunta:

¿No hay pocas vacas para tanto terreno?

Una persona le replicó que ya no quedaba gente dispuestas a vivir en tan bello pueblo ni a dedicarse a esa actividad profesional. Otra persona hizo referencia a los efectos de la política agraria comunitaria.

La verdad es que no me apetece aburriros con el análisis de los posibles efectos de la política agraria comunitaria en la ganadería de alta montaña. Sin embargo, sí creo que debo mencionar el papel que le atribuye Michael Pollan a la política agraria americana en el desarrollo de ciertos cultivos y en el detrimento de otros. Algunos cultivos que incentiva la política agraria (monocultivo de cereales) parecen relacionados con el tipo de alimentación poco sana que él critica. En pocas palabras, la política económica agraria no juega un papel neutral en el tipo de alimentación que parece haber elegido la población y, por tanto, en la salud.

En el momento que escuché la pregunta sobre la escasez de ganado y las respuestas explicativas mi mente voló al Kohls center. Me di cuenta de que si Michael Pollan tiene razón y la comida industrializada juega un papel como menos dudoso en nuestro bienestar algunas soluciones pasarán por las vacas que había visto en la bajada de La Polinosa. Es decir, por una carne producida de la forma más natural posible y con los mínimos adititivos químicos.

Naturalmente, las vacas no se pondrán a pastar solas allí y no irán caminando voluntariamente hasta el supermercado. Tendrá que haber personas en aquel pueblo o en los alrededores dispuestos a hacer ese trabajo.

La disposición de esas personas a hacer ese trabajo dependerá de que los consumidores estén dispuestos a pagar un poco más por ese producto ya que es más intensivo en mano de obra y se hace a una escala reducida. El papel del sector de distribución también será importante. La última pata de la mesa será la administración, el gobierno.

El papel del gobierno no puede consistir en limitarse a dar subvenciones. Una cuestión sobre la que pensé allí, en Maraña, al tibio sol del otoño fue el papel de la aglomeración urbana en este problema.

Una parte de los consumidores podemos decidir comprar algunos productos fuera de la cadena de distribución habitual. Estos productos estarán producidos habitualmente en zonas rurales relativamente cercanas a las aglomeraciones urbanas donde vivimos la mayor parte de la población.

Pero para ello es necesario que las personas quieran vivir en los pueblos que han sido abandonados en las últimas décadas. Las razones del abandono son múltiples pero no es difícil pensar en dos:

- Falta de oportunidades económicas. En cierto modo el tipo de alimentación que Pollan propone ayudaría a solventar este problema.

- Falta de servicios básicos que sólo tienen sentido en la aglomeración.

La segunda razón es bastante sutil y sofisticada. El partidario vulgar de la intervención gubernamental te dirá que esos servicios deben ser proporcionados por la administración competente a cualquier coste. Esta persona seguro que tiene en mente la educación básica, la sanidad etc. Sin embargo, hay servicios que se producen con naturalidad cuando existe una aglomeración y contribuyen a esa misma aglomeración. Algunos son servicios comerciales privados (un bar o una tienda) pero otros son simples interacciones humanas que aumentan de forma muy rápida con el número de habitantes. Estas interacciones funcionan por encima de un umbral de población y dejan de funcionar por debajo de este umbral. En este modelo, tendría sentido cualquier intervención política que empujase el nivel de población por encima de ese umbral bajo la creencia de que la población se mantendría por encima del umbral una que vez que se traspasase.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Tan cerca y tan lejos (los viajes cercanos y lejanos de este economista su seguro servidor). Capítulo II.

Intentaré hacer un resumen esquemático del libro de Michael Pollan.

La nutrición es el estudio del efecto de diferentes productos químicos (nutrientes) en el mantenimiento de la vida, salud y bienestar.


La comida es un conjunto de productos animales y vegetales que contienen los nutrientes anteriormente mencionados más otros componentes.

En el principio de los tiempos estos alimentos tenían una elaboración mínima (recolección y caza ) que se va haciendo más sofisticada a lo largo del tiempo. Es decir, seguro que se empezaron a comer crudos, se cortaron de un determinado modo, se empezaron a cocinar, se almacenaron, etc.

Los productos básicos como las manzanas y la leche son realmente sofisticados. A veces, son el resultado de una evolución genética conjunta del hombre y del producto en cuestión. Sirva de ejemplo la leche. Este producto no es tolerado por todas las personas y parece que eso era más evidente en tiempos prehistóricos. Sin embargo, las comunidades y los individuos que la podían digerir tenían una gran ventaja sobre los que no. De este modo, se fue seleccionando los individuos y las comunidaes que pueden tolerar este producto alimenticio y, al mismo tiempo, los animales que lo producen.

La reglas para alimentarse correctamente no son infalibles pero son parte de una cultura oral transmitida históricamente de madres a hijas (siento no ser políticamente correcto pero esto es lo que dijo el autor en Estados Unidos ante 8000 personas y nadie protestó).


Este proceso lento de adaptación entre las personas y los alimentos empezó a cambiar de forma brusca con los avances de la agricultura pero sobre todo con el desarrollo de la industria agroalimentaria. Producir a gran escala y especializarse en un producto aumenta la productividad y reduce el coste. Sin embargo, este tipo de producción implica almacenamiento y transporte.


Las cualidades que hacen que un producto sea fácilmente almacenable y transportable no coinciden completamente con las cualidades que hacen que el producto sea nutritivo. Por ejemplo, la harina refinada se conserva y transporta mucho mejor que la harina integral. Sin embargo, la primera carece de importantes elementos que se ha demostrado que juegan un papel relevante en la alimentación. Otro ejemplo son las conservas vegetales que permiten desde hace siglos tener estos productos fuera de temporada y lejos de su lugar de producción. Sin embargo, se descubrió más tarde que las vitaminas desaparecían en el proceso.


La industria inventó un proceso técnico en que las vitaminas se reponían. Sin embargo, estos procesos de reposición suelen ser bastante imperfectos. Además, sólo se repone aquello que se sabe con certeza que se ha perdido en el proceso de producción. El efecto de nutrientes y sus interacciones son bastante complejos y este proceso y no se puede estar seguro de que se ha perdido, que se debe reponer y si la reposición restablece de algún modo las propiedades originales del producto.


En resumen, el proceso de industrialización de la agricultura y la alimentación consigue producir grandes cantidades de algunos nutrientes a bajo coste (hidratos de carbono, proteínas y grasas) pero tiene más dificultades con otras características más sutiles de los alimentos (minerales, vitaminas, etc).


La teoría económica básica predice que se consumirán cantidades grandes del producto barato (hidratos de carbono, proteínas y grasas) y que se podrían consumir cantidades demasiado bajas de los productos que no entran con facilidad en este proceso industrial. Este fenómeno produce una serie de desequilibrios en la dieta moderna que parecen relacionados con las denominadas enfermedades del mundo moderno o el mundo rico (problemas coronarios, diabetes tipo II, obesidad y hasta algunos tipos de cáncer). La introducción de la teoría económica en este punto responde mi propia interpretación de un fenómeno que el autor se limita a describir.

Llegados a este punto el autor hace una propuesta bastante drástica: dar un paso atrás.

Él mismo explica que su propuesta no implica volver a vivir a las cavernas ni a una granja pero si tomar una serie de medidas que nos permitan alejarnos cuanto más posible de los alimentos procesados. Algunos ejemplos:

1. Comprar comida fresca y cocinar.

2. Comprar comida producida localmente. Esto es especialmente importante en la carne donde algunas técnicas de producción pueden dar lugar a productos con características poco deseables.


El autor reconoce que se trata de un movimiento minoritario, de un proceso lento y caro. En las últimas décadas el peso del gasto en alimentación en el gasto total ha ido decreciendo paulatinamente. Sin embargo, parece que ha sido a costa de alguna bajada en la calidad. La idea sería gastar un poco más en productos de más calidad desde el punto de vista de la salud y el bienestar.


La razón por la que he hecho el esfuerzo de hacer un resumen muy personal de este libro es doble.

1. Creo que el tema es importante porque es uno de los retos actuales de nuestra civilización.

2. Porque el economista que vive en mí no ve un conjunto de retos sino de oportunidades. Las oportunidades están ahí para los agricultores que produzcan alimentos poco procesados, para agricultores que vivan cerca de las aglomeraciones urbanas, para los distribuidores que sean capaces de diseñar procesos que sean hagan llegar alimentos sanos a los consumidores.

En el próximo capítulo analizaré cómo afecta el proceso descrito en este libro a la provincia de León y asu agricultura.

Tan cerca y tan lejos (los viajes cercanos y lejanos de este economista su seguro servidor). Capítulo I.

El día 16 de septiembre viajé a Madison en el gran estado de Wisconsin para celebrar el centenario del Departamento de Economía Agraria y Aplicada de la Universidad de Wisconsin-Madison. Era un viaje muy deseado por muchas razones. Entre ellas, visitar a los amigos que viven en la ciudad o volver a compartir algún tiempo con un grupo de compañeros de Doctorado con los que sufrí y disfruté a partes iguales hace ya unos lustros. Finalmente, estaba la idea de disfrutar de una ciudad fantástica unas semanas antes de que el mal tiempo impida hacerlo con plenitud.

El viaje fue largo pero placentero y el tema de inmigración no me llevó más de dos minutos. Este es el tiempo que lleva en Chicago (Nueva York es peor) si no tienes la mala suerte de estar en la cola detrás de un traficante de cecina o de una persona empeñada en presumir de los logros educativos españoles (asignatura inglés) ante el permanentemente cabreado agente de inmigración.

A las tres de la tarde estaba fuera de la terminal internacional del Aeropuerto de O’Hare en Chicago esperando por el autobús que va a Madison. El tiempo era bueno y la gente es muy amable. Estuve hablando con algunas personas que esperaban distintos autobuses y enseguida me di cuenta de que algo había cambiado. Pasó bastante tiempo hasta que me di cuenta de que la sensación extraña se debía al relativo silencio y a una fluidez de tráfico que no recordaba. La sensación de que algo no iba bien se fue acrecentando en la autopista a Madison. Los aparcamientos de los centros comerciales estaban casi vacios y los parques empresariales de oficinas estaban llenos de carteles de “se alquila”. Cuando vi a lo lejos la planta de Chrysler caí en la cuenta definitivamente. Las chimeneas no echaban humo y sólo había unos pocos coches en el aparcamiento. La planta había cerrado y probablemente no volverá a abrir.

En la gasolinera del Sur de Beloit donde el autobús tiene una parada establecida, una mujer echaba gasolina a un Smart. ¡Un Smart en el país de los Cadillacs y los Hummer! Miré a mi alrededor y estuve calculando mentalmente el tamaño medio de los coches nuevos y decidí que podía ser ya menor que en España. De hecho, el coche nuevo más frecuente en la carretera parecía ser el Toyota Prius.

Podría pasarme un par de páginas más comentando mis impresiones personales sobre una recesión con unas características que yo nunca había visto. Todo esto a pesar de haber llegado por primera vez a Estados Unidos el 20 de Agosto de 1991 en medio de la recesión que siguió a la primera guerra del golfo y que se llevó por delante a George Bush Padre. Esta recesión dejó sin empleo o redujo las expectativas laborales de un grupo de brillantes profesionales que decidieron volver estudiar formando el núcleo duro de mi promoción de Doctorado. Con ellos me encontré el 21 de agosto del mismo año en uno de los golpes de suerte más sonados de mi vida. Encontrarme con alguno de ellos de nuevo era una de los objetivos del viaje.

En vez de regodearme en las dificultades del país voy a hablar de las cosas buenas que no han desaparecido y que quizás esta fuerte recesión termine impulsando.

Desde la parada del autobús llamé por teléfono a uno de mis mentores académicos para pedir cita para consultar unas dudas académicas y para tratar de fijar fechas en una intensa agenda lúdica. Al día siguiente, al cruzar la puerta de su despacho me puso en la mano una copia de “In defense of food” de Michael Pollan. El libro ha sido traducido al castellano con el extraño título de “El detective en el supermercado”.

En la agenda lúdica hicimos varias marcas, una de las cuales fue para asistir juntos a la conferencia de Michael Pollan el día 24 en el Kohls Center tras haber leído el libro (somos unos frikis). Para que la historia se entienda hay que decir que se trata del estadio de Hockey. El día fijado Tom y yo llegamos al recinto deportivo una hora antes de la conferencia y 8.000 personas estaban allí con nosotros tras haber leído el libro y dispuestos a escuchar la conferencia. La historia es bastante impresionante ya que en León sería difícil juntar dos docenas de personas que acudieran a escuchar una conferencia de un divulgador científico y dudo de que alguien se hubiese leído el libro con antelación. En resumen, una ciudad poco más grande que León tiene un programa de lectura colectiva de libros en que participan 8.000 personas.

 




















La historia no termina sino que empieza aquí. En la semana que transcurrió entre mi primera entrevista con Tom y la conferencia, cada mañana caminaba casi una hora hasta el club universitario (Memorial Union), me compraba un café y me iba a leer a la fantástica terraza junto al lago. Leí ese libro pero también "Mostly Harmless Econometrics" y los artículos con que distintas personas despachaban mis preguntas.


Si alguien sigue conmigo a estas alturas debería estar preguntándose de qué va el libro. Trataré de contestar a esta pregunta en mi siguiente entrada.


De momento, dejo el video de la conferencia

lunes, 5 de octubre de 2009

A favor de los sueldos altos

Estos días se ha criticado bastante la prejubilación y la pensión del cesante Consejero Delegado del BBVA. El sueldo de los próximos años será de unos tres millones de euros.

Lo primero que me extraña es que surja esta polémica por un sueldo de tres millones de euros cuando en el verano apenas se comentó el sueldo de Cristiano Ronaldo (13 millones) y más recientemente el de Fernando Alonso en Ferrari (25 millones) pasó totalmente desapercibido.


Yo no veo diferencias entre estos sueldos. En los tres casos, una organización ha considerado que sus ingresos aumentarían al contratar a estas personas en una cantidad mayor al sueldo de éstas.


La crítica se plantea en ocasiones en un tono pretendidamente social: “Este sueldo es exactamente tropocientas veces lo que cobra el personal de limpieza sustituto”. Este argumento dirige la mirada de la gente hacía el lado equivocado. El mercado remunera ciertas cualificaciones de manera extraordinaria y remunera otras con sueldos que permiten pocas alegrías. La escasez de estas cualificaciones es la clave de su precio. Algunas son innatas pero otras son adquiridas. Incluso si son innatas deben ser ejecutadas y desarrolladas. Por tanto, es importante que circule el siguiente mensaje: “Si tienes la cualidad innata y estás dispuesto a desarrollarla aquí hay tres millones de euros esperándote”.


Hay otro mensaje más peligroso escondido tras las medidas sociales asociadas a la crisis económica: “Si no haces nada, si ni siquiera sabes cuáles son tus cualidades, si no piensas desarrollarlas siempre estaremos ahí para darte un subsidio de supervivencia por el que debes estarnos eternamente agradecido”. 

La política social todavía tiene otra sutileza de la que rara vez se habla. Una política social efectiva depende de poder cobrar impuestos a los que más ganan para poder ayudar a los que tienen dificultades. Es decir, depende de que haya gente capaz de producir y de ser remunerada por ello. Por tanto, la política social no puede funcionar sin que los ciudadanos estén atentos a las señales de escasez de cualificaciones para obtener una alta remuneración, poder mantenerse a ellos mismos y ayudar a cubrir las necesidades de otros. 

El nuevo Consejero Delegado del BBVA es un alumno de la Universidad de Oviedo que estaba acabando la carrera cuando yo la comenzaba. No llegúe a conocerle pero está claro que no se encuentra muy lejos de mi círculo de conocidos. Estoy convencido de que muchos de mis alumnos tienen cualidades parecidas, que podrían atesorar cualificaciones similares y que podrían ganar mucho dinero. Sin embargo, hay algún tipo de tabú sobre mi forma de pensar.



Finalmente, no hay nada intrínsecamente malo en ganar tres millones de euros. Por ejemplo podrías dar dos millones de euros para caridad y tratar de sobrevivir con el millón que te queda. Parece que a algunos medios de comunicación y políticos les molesta profundamente que una persona pueda tomar esa decisión sin consultar con ellos. 

Por tanto, yo estoy a favor de los sueltos altos. El que esté a favor de los sueldos bajos debería explicar su posición a quienes los sufren. 

Ineficiencia por todos lados: los cotos de pesca

Un amigo me cuenta los detalles básicos de una jornada de pesca. Lo primero que necesitas es el derecho a pescar en un trozo de río. Ese derecho cuesta unos seis euros diarios y se comparte con un determinado número de pescadores.


El problema económico empieza con una declaración maximalista del gobierno diciendo que los ríos son de todos. Una vez que los ríos son de todos podríamos pensar que todos podemos pescar en ellos. Sin embargo, esa manera de hacer las cosas acabaría seguramente con los peces y, con alguna probabilidad, con los pescadores a tiros entre ellos. Por tanto, se raciona la posibilidad de pescar con un permiso limitado a un determinado trozo de río por el que se cobran los antes mencionados seis euros.




En este momento ya han saltado las alarmas para el economista avezado. Parece que hay un recurso escaso (los peces y el espacio para pescar) que es necesario racionar. En principio, podríamos pensar que se proporciona a aquellas personas dispuestas a pagar seis euros o más (sólo pagan seis) y se les niega a aquellos que no están dispuestos a pagar seis euros. Visto de otro modo, los que están dispuestos a pagar seis o más euros disfrutan del río y la pesca y los demás disfrutan de los seis euros. Como es costumbre esos seis euros irán dedicados en primer lugar a proteger el medioambiente de los ataques capitalistas y lo que sobre para ayudar a los pobres (o viceversa).




Pero no es cierto. Hay más gente dispuesta a pescar por seis euros que cotos (zonas de pesca) disponibles. Por tanto, los seis euros no sirven de instrumento de racionamiento y tienen que recurrir, como no, a un sorteo. Los sorteos están por todas partes en este país. Pueden servir para celebrar la navidad, para conseguir una vivienda subvencionada, una plaza en la enseñanza obligatoria o musical, para una plaza de funcionario, etc.




En este momento ya ha saltado la primera ineficiencia. Es decir, la primera posibilidad de hacer más con lo mismo. Se podría subir el precio del coto hasta que el número de personas dispuestas a pescar coincidiese con el número de cotos disponibles. Esa sería una medida de cariz inminentemente social. Se cobraría un poco más a los ricos pescadores para mejorar el medio ambiente fluvial y lo que sobre se podría usar para ayudar a los pobres. Sin embargo, todos los gobiernos que ha habido y que habrá apostarán por los pescadores en vez de por la financiación medioambiental y las ayudas sociales. La razón es que los pescadores son pocos y con un interés claro mientras que los contribuyentes son muchos y con un interés difuso. Al fin y al cabo siempre se les puede cobrar esa misma cantidad al común de los mortales a través del IVA sin que apenas se enteren.




La afirmación de que los pescadores son más ricos por término medio que el resto de los contribuyentes se basa en una serie de indicios. En primer lugar, tienen tiempo libre para acudir a pescar, un vehículo adecuado, dinero para viajar, para comer y hasta pernoctar fuera de casa y, sobre todo, para un costoso equipamiento. Todos estos indicios les ponen por encima de las personas que necesitan ayuda y parecen candidatos a financiar los programas medioambientales y sociales del gobierno.




Existe todavía una segunda ineficiencia. Es decir, una segunda posibilidad de hacer más con lo mismo.
Imagínate esta situación. El sorteo te ha dado un magnífico coto mientras a un vecino que se acaba de prejubilar del BBVA le ha tocado un coto peor. Lo comentáis y el vecino te ofrece 100 euros por tu coto mientras tú te quedas con el suyo. Yo no veo nada malo en este intercambio. El problema es que esos cien euros no deberían haber acabado en tu bolsillo por un sorteo sino en las arcas del gobierno. ¿Qué sistema podría haber conducido a ese resultado? Una subasta de los cotos. Cada persona pujaría por el coto hasta que dejase clara cuál es su preferido y cuál es su voluntad de pago por él. Los pescadores mejorarían su bienestar porque tienen la posibilidad de elegir y el gobierno se embolsaría una cantidad mayor de dinero para sus fines.  

domingo, 13 de septiembre de 2009

Administración centralizada versus descentralizada

Cada diaria te proporciona miles de ejemplos para comentar en el blog. Una comida para charlar con mi amigo Epi inició este post.
En el paseo hasta el restaurante Epi se quedó mirando un espacio detraído de la calzada que se está construyendo con los fondos del plan E. Es decir, entre la acera y lo que queda de la zona de circulación de vehículos. Yo le pregunté qué era esa acera suplementaria y para mi sorpresa se trataba de un difícilmente reconocible carril bici. El carril quita un poco más de un metro de la calzada de los vehículos y está separado de ésta por un muro o saliente de unos quince centímetros de alto.
Conociendo el respeto que generan las bicicletas y sus usuarios en la ciudad de León no es extraño que el diseñador haya decidido separar ambos ámbitos de forma rotunda. El coche que decida invadir el ámbito reservado a la bicicleta lo hará a un gran coste de ruedas, amortiguadores o incluso chapa y pintura.
A Epi le preocupaba la estrechez del carril que parecía dificultar el cruce de dos ciclistas. Más aún, si al apartarse uno de ellos tocase en el pequeño muro probablemente se caería hacía la calzada de los vehículos y tendría un grave accidente.
Epi me comentó que éste era un buen tema para ilustrar, una vez más, en el blog las dificultades de realizar determinados proyectos desde el sector público. Me mostré básicamente de acuerdo con su apreciación pero le señalé mi reticencia a tratar el tema en el blog. En la nueva etapa voy a huir de la crítica política concreta y directa y voy a intentar quedarme con categorías más generales que la presunta incompetencia de una persona. Por otra parte, mi opinión sobre los problemas del sector público quedó clara en el blog anterior que decidí finiquitar.
En esas estaba cuando mi antiguo alumno y buen amigo Hector me llama para tomar algo y comentar algunos de sus proyectos actuales. En un momento de la conversación mencioné el comentario de Epi y la respuesta de Hector me inspiró a pensar un poco más este tema.
Hector afirma que efectivamente el carril es relativamente estrecho pero quizás no puede ser más ancho. Pero más importante que eso, me dijo que los accidentes serían mucho más infrecuentes de lo que nosotros estábamos sugiriendo.
Las tres personas implicadas en esta conversación practicamos la natación habitualmente en piscinas públicas. En las piscinas públicas la gente comparte las calles, se molesta mutuamente pero los choques son muy infrecuentes. Hector dice que la gente se ve, se adapta a la restricción a la que se enfrenta y trata de sacar lo mejor de cada circunstancia. Por ejemplo, si estás nadando a braza reduces la amplitud de la brazada o no das la brazada en el momento del cruce. Si estás nadando de espaldas te pegas mucho a la baliza que separa las calles. Ambas circunstancias te obligan a nadar más despacio pero la calle se usa por dos, tres o incluso cuatro personas sin grandes problemas.
De repente, el problema de diseño público de una infraestructura se había convertido en un problema muy general de teoría económica: la provisión centralizada de un bien versus la provisión descentralizada.
En el caso centralizado el carril tendría que ser bastante ancho o debería haber una regla muy severa y costosa: el ciclista que circula en un sentido debe parar. En el caso descentralizado los ciclistas son conscientes del objeto que manejan y toman sus decisiones.
Yo sé que este ejemplo plantea dudas porque si al final ocurre el accidente que pronostica Epi (y ocurrirá) a los que proponemos la otra solución nos van a correr a gorrazos.
En ésas estaba cuando intentando mantener un poco vivo mi inglés encontré este video en la cadena de televisión estadounidense CBS.


Shared Space
September 5, 2009 4:21 PM
One Dutch community made an attempt to change the rules of the road by implementing no traffic lights or street signs. Mark Phillips has the story of a Dutch town's shared roadway.



Se trata del mismo caso del carril bici demasiado estrecho. El tráfico urbano está regulado por complejas legislaciones, tecnología e infraestructuras crecientemente costosas. De repente, alguien se da cuenta de que los humanos podemos administrarnos mejor, que buscamos soluciones en nuestras interacciones si éstas son personalizadas.
Finalmente, para forzarme a escribir pronto, voy a adelantar el contenido del siguiente post: la afición a la pesca de mi amigo Alfonso y la administración de los cotos (permisos) de pesca en nuestro país.

domingo, 6 de septiembre de 2009

El análisis económico de El Roto

Un compañero de trabajo tiene la puerta de su despacho empapelada con viñetas del El Roto. Mis reacciones a las viñetas van desde una sonrisa a la indiferencia pasando por la frustración cuando trata cuestiones económicas de una determinada manera. Es una obviedad reconocer el talento del dibujante hasta tal punto que hay viñetas con contenido económico en las que acierta de pleno. Valga de ejemplo esta viñeta de 2004 cuando se decía que la vivienda no podía bajar de precio.


¿Qué problema puede haber en buscar una sonrisa con una frase ingeniosa sobre economía?

El problema es que la frase ingeniosa gira sobre unas pocas palabras clave que incitan una determinada reacción en la gente. Se trata de una reacción intelectual instantánea y superficial sin ninguna posibilidad de volver atrás y evaluar el razonamiento que aparece en la viñeta. La frase suele pintar un universo económico con ricos gordos y malos y pobres muy delgados y buenos. Un universo de personas que hacen daño y de personas que sufren. Perfiles siempre bien delimitados, fáciles de identificar y, por tanto, de querer y de odiar.

La viñeta que me ha inspirado esta entrada es la siguiente (Gracias Jasón):
Mi interpretación de la viñeta es la siguiente:

El gobierno de España en su incansable programa de ayuda a los más necesitados tiene que subir los impuestos porque unas pocas personas muy malas robaron un botín y lo escondieron en un paraíso fiscal. Es curioso como la idea fuerza funciona igual sin la última parte: El gobierno de España en su incansable programa de ayuda a los más necesitados tiene que subir los impuestos porque unos pocos muy malos robaron un botín. Sin embargo, el paraíso fiscal es un resorte que El Roto no puede dejar de usar.

El caso es que la frase es cierta. Algunas personas se beneficiaron de la burbuja financiera e inmobiliaria que precedíó a la crisis económica. Una determinada parte de ese dinero está seguramente en algún paraíso fiscal. Lo que no dice es que también se beneficiaron las mismas autoridades que ahora buscan en el bolsillo de los contribuyentes.

Mi problema es que la viñeta de El Roto hace que personas bien intencionadas piensen en cosas sobre las que no tenemos mucha capacidad de actuación (ricos muy malos, paraísos fiscales ) y olvidemos cosas sobre las que si podemos actuar:

- Presupuestos con gastos muy discutibles en la fase de bonanza. Algo así como un mileurista que le toca un millón de euros en la loto (burbuja inmobiliaria) y firma gastos anuales permanentes sobre esa base (presupuestos del estado). Al año siguiente (ahora) cuando no le toque la loto de nuevo tiene un serio problema.

- Reticencia a aceptar la llegada de la crisis económica.

- Reticencia a adoptar medidas que puedan ayudar a limitarla en magnitud o duración.

Es decir, la divertida y filosófica viñeta es en realidad un elemento más en la campaña de intoxicación de los medios de comunicación que nos toca sufrir.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Lectura de verano

El blog todavía se va a beneficiar de la semana de vacaciones en la playa. Llevé varios libros para ir leyendo pero también compraba un periódico todos los días. El segundo día compré El Mundo y me impactó una frase. Mi sorpresa es que mi amigo Alfonso, que se alojaba en un hotel cercano, había comprado el mismo periódico y se había fijado en la misma frase. Tomando una cerveza en la calurosa medianoche me dijo que él alternaba la compra de periódicos. Me pareció una buena idea y al día siguiente compré El País. Como no podía ser de otra forma dedicaban un par de páginas a un tema que a mí me parece absurdo aunque creo que soy el único habitante de este planeta con semejante opinión.

Un periodista de El Mundo relata las tribulaciones de Olivier Blanchard.
Esta es la sorprendente frase de Pablo Pardo que escribe para El Mundo desde Washington el 19 de agosto de 2009.

"No hay indicios de que los estadounidenses vayan a gastar menos, ni de que los chinos lo vayan a hacer más. En todo caso, por el bien del género humano, esperemos que hagan caso a Blanchard"

Blanchard describe una dinámica de cambios macroeconómicos y microeconómicos que estarían asociados a la solución de los problemas actuales de la economía mundial. No puede jugar al adivino con determinadas variables pero hay otras cuya evolución viene determinada por determinadas restricciones y comportamientos inevitables. Supongo que se trata de mera ironía mencionar que las variables macroeconómicas puedan hacerle caso al economista jefe del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, yo creo que muchos lectores se quedan con la impresión de que la dinámica de las variables macroeconómicas depende de los deseos de alguna autoridad y, en alguna medida, de la propia voluntad de esas variables que pueden no hacerle caso. Por otra parte, cualquier lector de un libro introductorio de macroeconomía sabe que, afortunadamente, las cosas son bastante más simples y naturales que la descripción que hace el periodista.

El comercio justo.
El diario El País dedicaba un par de páginas al comercio justo. Al parecer hay dos líneas de opinión bien diferenciadas. Algunas personas creen que sólo puede lograr sus objetivos si se integra en el comercio normal. Es decir, si estos productos terminan apareciendo en los canales comerciales de masas. Por otra parte, otro grupo cree que hay que desmontar el comercio internacional injusto y convertirlo en comercio internacional justo.
Usando rudimentos básicos de Economía a mí me parece que los primeros proponen algo que es imposible y los segundos son simplemente personas que se imaginan un objetivo utópico y nunca se paran a pensar los inconvenientes o los costes de esa utopía.
Creo firmemente que la solidaridad es necesaria. En ese sentido, es natural que algunas personas transfieran parte de su renta a otra para mejorar su bienestar. Por tanto, pagar un poco más por un determinado producto podría parecer una simple transferencia de renta del que compra al que vende. Sin embargo, hay varios problemas.
El primero pero no fundamental es que la producción y distribución consta de tantos pasos que no se sabe exactamente a quién estás haciendo la transferencia cuando compras un producto por un precio un poco más elevado que el de mercado.
El segundo es que el precio de un producto está relacionado con los costes de todos los procesos que han ocurrido hasta que llega al consumidor. Un precio más elevado del producto sin que hayan cambiado los costes animará a más productores a hacer ese producto y eso puede implicar presiones a la baja en el precio que pretendemos mantener alto. Por otra parte, si se pretende fundamentar un comercio internacional sobre precios más altos que los del mercado lo que fallarán serán los consumidores.
El mercado tiene todos esos fallos que describen los libros introductorio de Economía y posiblemente alguno más. Sin embargo, su eficiencia en la asignación de recursos es muy difícil de igualar. Por tanto, la solución pasaría por definir los fallos de mercado que se detectan y proponer políticas adecuadas más que por sustituir el comercio internacional por una asignación de recursos internacional planificada. Algo que a mi se me parece al sueño de un comunista global.

viernes, 28 de agosto de 2009

La diferencia entre vacaciones y veraneo.

Una cuestión interesante en los tiempos en que vivimos es que es muy difícil definir el trabajo y sus límites. Está claro que si estoy dando una clase, estimando un modelo o escribiendo un artículo estoy trabajando. Sin embargo, en ocasiones puedo estar en el despacho de la Facultad sin tener ni idea sobre cómo proceder en un tema y eso no es realmente trabajo. Por el contrario, a veces estoy mirando un acantilado desde un barco y un problema cuya solución se me había escapado durante mucho tiempo empieza a parecer lo más simple del mundo y eso es trabajo.
Dice la canción que si eres un martillo hasta del cielo te caen los clavos. Del mismo modo, si eres un Economista todo es Economía y es difícil dejar ese equipaje. Por tanto, he decidido que yo no voy de vacaciones sino que llegado el caso veraneo. Pero cuando veraneo me hago preguntas y me asombro de las cosas que veo.
Algunas reflexiones sobre mis días de vacaciones en la playa.
El turismo de piscina, playa y bufé.
He estado una semana en un trozo de costa en Almería cuya primera línea de playa está completamente asfaltada y construída con grandes edificios de muy dudoso gusto. Cada edificio cuenta con sus habitaciones, restaurantes y una piscina. Sólo queda sin construir un paseo de poco más de un metro de ancho y varios kilómetros de largo. En las calles más alejadas del mar hay casas unifamiliares un poco más bonitas. En resumen, kilómetros de playa, piscina, dormitorios, restaurantes, bares y tiendas de regalos. A pesar de la crisis el sitio está lleno. Es decir, hay un sector de la población que está dispuesto a pagar una cantidad nada despreciable de dinero por pasar unos días en un sitio tan horroroso. En otras palabras, existe una demanda para ese tipo de servicio.
Las personas que gustan de este servicio parecen dispuestas a soportar muchas incomodidades. Por ejemplo, el hotel en que me alojaba tiene varios cientos de habitaciones y apartamentos. Sin embargo, sólo cuenta con unas pocas docenas de plazas de aparcamiento. En consecuencia, hay coches aparcados en los jardines, en las esquinas y en calles estrechas dificultando enormemente la circulación. Es muy difícil llegar y bajar las maletas y otro tanto irse.
Mi reacción se puede resumir del siguiente modo: me sorprende el éxito del lugar pero me alegro de tal éxito ya que aquello era un desierto y no parece que pueda tener ningún otro uso.

La agricultura bajo invernadero atendida por inmigrantes
Este es otro detalle económico interesante. Tan pronto como terminan los hoteles y las urbanizaciones, a unos cientos de metros de distancia del mar, empiezan los invernaderos. Se trata de un mar de plásticos blancos que se extienden desde el mar hasta las montañas y de este a oeste hasta donde alcanza la vista.
Se trata de un terreno prácticamente desierto con mucho calor donde nada se cultivaba hasta hace pocos años.
Este inmenso negocio requiere al  menos tres condiciones:
1. Una demanda para los productos de huerta que se cultivan en el invernadero.  Probablemente,  la mejora del transporte haya generado esa demanda.
2. Un cambio tecnológico que permite cultivar todo el año en un terreno yermo. La tecnología no debía estar disposible hasta hace unos años.
3. Por último pero no menos importante son necesarios los inmigrantes. Es necesario gente dispuesta a trabajar por el salario que se puede pagar en una actividad con mucha dedicación pero poca productividad.