domingo, 21 de febrero de 2010

Una entrada a favor del mercado con la que está cayendo.

Mañana comienza el curso de Crecimiento Económico que imparto en el segundo cuatrimestre en la Universidad de León desde hace diez años. En los dos años anteriores a estos diez, hice algo parecido en Oviedo dentro de la asignatura de Macroeconomía Avanzada II. Supongo que mucha gente piensa que soy muy raro pero yo creo que simplemente soy afortunado. Estoy deseando ir a trabajar mañana. Especialmente, porque por la mañana continuamos con el curso anual de Microeconomía. Mañana toca hablar del modelo de Competencia Perfecta. 
Obviamente, un mar separa la pasión que yo siento por el tema de la indiferencia de la mayor parte de la población. En mi madurez he tratado de que mis alumnos sientan un poco más de esta pasión y un poco menos de aquella indiferencia. 
En los últimos días de septiembre uso el truco del lápiz de Friedman para motivar a mis alumnos. Un simple lápiz de mi escritorio contiene una labor de coordinación inmensa (madera, mina, pintura, transporte y miles de pequeñas tareas) y, curiosamente, a un coste ridículo. Aunque yo uso unos lápices muy caros supongo que se pueden comprar otros por unos pocos céntimos de euro. En mis notas personales que comparto en internet con mis alumnos he cambiado el ejemplo de Friedman por el simple hecho de ir a tomar café a la lamentable cafetería universitaria. El café que te sirven supone una ingente labor de coordinación que implica a agricultores colombianos, a transportistas, a empresarios leoneses, a agricultores del páramo leonés, a camareros ecuatorianos, a fabricantes de loza chinos, etc. No suelo ir muy a menudo pero sospecho que cuesta menos de un euro. Tratar de entender ese misterio debería ser suficiente motivación para un alumno. Sobretodo, si se entiende que el mercado, en el que todos participamos, es un fantástico instrumento de coordinación al que debemos gran parte de nuestro bienestar y alguno de nuestros problemas.
Por este motivo, me entristece la actitud de los políticos con respecto a este tema. Me da tanta pena cuando un político lo propone como solución cuando el libro introductorio dice que no lo es como cuando otro lo usa como excusa para su incompetencia. 
Para mí el mercado es como un río. Produce grandes beneficios y algún disgusto. Se conoce su funcionamiento a grandes rasgos pero se ignoran cosas importantes. Se puede regular pero hay que tener cuidado para que la regulación no lo seque. En resumen, es tu responsabilidad entender su dinámica para aprovechar los beneficios y limitar los problemas. En ese contexto, sería pueril acusarle de las cosas malas y tratar de castigarle por ello. 
De hecho, el ejemplo del lápiz y del café es parte de la respuesta a una pregunta que flota en el aire en nuestro país en este periodo de crisis. ¿Qué sector o actividad creará los puestos de trabajo que nos sacarán de la crisis?
Si le preguntas al Presidente del Gobierno te dirá que eso lo decidirán tres lumbreras que ha nombrado para una comisión que gestionará un pacto. Si le preguntas al Jefe de la Oposición se callará y como mucho mencionará un oscuro recorte de impuestos y gasto público. 
Si le preguntas a un pobre hombre como yo te dirá que no tiene ni idea. No sabe qué sector o actividad emergerá de esta crisis del mismo modo que no sabe fabricar lápices ni hacer café. Este último punto hay que matizarlo. En mi escritorio hay una taza de café gourmet que me he preparado con una cafetera italiana. Pero yo no he cultivado el café, no lo he transportado, no lo he comprado, no lo he mezclado, ni lo he molido. De hecho, mi madre lo compra y mi padre lo mezcla y lo muele. Del mismo modo, no tengo ni idea de cómo se consigue que el Carrefour esté lleno de productos tan variados. Sólo sé que es el resultado del esfuerzo conjunto de millones de personas que tratan de hacer un servicio a otros y que intercambian por otros productos o servicios que ellos no pueden hacer. Por tanto, la solución a la crisis vendrá por el mimo a las fuerzas de mercado sin llegar a su adoración. El libro introductorio dice que hay cosas que el mercado no puede hacer o que no sabemos regularlo para que las haga. Por ejemplo, la distribución de la renta. 
Si habéis leído con atención, esta afirmación les da la razón parcialmente al presidente del gobierno y al  jefe de la oposición. El presidente insiste en que la crisis no puede afectar en exceso a los más desfavorecidos y  yo le doy la razón en tanto en cuanto reconozco que las soluciones de mercado no son aceptables desde el punto de vista de la distribución. El jefe de la oposición pide una bajada de impuestos y una reducción de gasto. La reducción de gasto no tiene porque afectar a la ayuda a los más desfavorecidos. Supongo que puede afectar a otras partidas. Por tanto, su propuesta se puede ver como un intento de que las actividades privadas tengan un mayor papel en proporcionar una solución a una incógnita para la que yo no tengo una respuesta. Al mismo tiempo, me tiemblan las piernas pensando en la solución que van a dar las tres o cuatro lumbreras que están diseñando el pacto.