miércoles, 29 de junio de 2011

Rudimentos de economía para mis alumnos indignados

2. No queremos ser mercancía

Esta era la frase que aparecía en una pancarta del campamento de indignados en León. La interpretación literal de esta frase es que los jóvenes acampados se negarían a ser vendidos a un equipo de fútbol europeo por varias decenas de millones de euros y a cobrar un salario anual de varios millones.

Yo dudo de la solidez de esta postura. En esas condiciones, yo no me negaría a ser tratado como mercancía y no conozco a nadie con tantos escrúpulos. De hecho, se puede pensar en un caso límite en el que Cristiano Ronaldo descubre que su verdadera vocación es ayudar a los enfermos de lepra en un país pobre. ¿Sería razonable que se acogiese a su derecho a no ser tratado como mercancía y se trasladase allí como misionero? No dudo de que pudiese ser un buen misionero pero probablemente no destacaría tanto como en la práctica deportiva. Por tanto, sería mejor para todos que donase su salario para pagar unos cientos de voluntarios con formación médica y el equipamiento necesario. (*)

Una pancarta más realista rezaría: "no queremos ser mercancía barata". La ventaja de esta frase es que está relacionada con un principio económico básico con gran capacidad explicativa: la escasez.

La mercancía barata es la mercancía abundante. Por tanto, la pregunta clave es: ¿Qué te convierte en mercancía abundante y barata?

No existe una respuesta corta ni completamente acertada. Pero se puede intentar algo rápido. Por ejemplo, las acciones y actitudes que te identifican con una masa informe de individuos te convierten en mercancía abundante. Algunos ejemplos serían: ver programas de televisión en los que participan personajes descerebrados, el ocio absurdo, no leer o no usar las posibilidades de exploración y aprendizaje de las nuevas tecnologías. Tengo evidencia anecdótica de la extensión de estas acciones y actitudes.

Por otro lado, ¿Qué te convierte en mercancía escasa y cara? Una respuesta tentativa iría en estas líneas: el inconformismo, la lectura, la exploración o la búsqueda continua de tus puntos positivos y negativos.

(*) En el momento álgido de la crisis asiática de finales de los noventa yo estaba impartiendo mi último curso de macroeconomía en Oviedo. Viajaba regularmente entre Oviedo y León y escuchaba la radio. Un día entrevistaron al cantante Manu Chao. Por aquella época, era un conocido activista contra la banca, los movimientos internacionales de capital y todo eso. La periodista le preguntó cómo llevaba el ser millonario. El cantante confesó que tenía dudas. Por ejemplo, en aquel momento los millones los tenía almacenados en sacos en su apartamento de París. De vuelta a Oviedo, consulté con mis alumnos la veracidad de la historia. Temía que una contestación tan surrealista fuese una broma de un imitador en un programa de humor. Mis alumnos me confirmaron que se trataba de un hecho conocido. Eso me dio la oportunidad de explorar con ellos algunas alternativas solidarias para los millones de Chao. Por ejemplo, ponerlos en una cuenta bancaria a plazo y usar los intereses para ayudar a los que lo estaban pasando mal en aquella crisis.   

lunes, 13 de junio de 2011

Rudimentos de economía para mis alumnos indignados

1. ¿Por qué manda el mercado?

Esta interesante pregunta aparecía en una pancarta de la acampada de León. Ésta es mi respuesta.

Un hombre joven y corpulento va por un pasillo angosto y se encuentra con una anciana diminuta que camina apoyada en un bastón. ¿Quién debe ceder el paso?
El hombre joven puede derribar a la anciana y caminar sobre ella. Otra posibilidad, es que haya sido educado con normas sobre el respeto a las personas mayores y a los más débiles. En ese caso, volverá sobre sus pasos y buscará una manera de ayudar a la mujer a completar su paseo (*).

Es fácil introducir el mercado entendido como mecanismo de intercambio en esta historia. Puede que la viejecita tenga mucho dinero y esté dispuesta a pagarle al joven por las molestias. Puede que el joven se dirija a hacer una tarea bien remunerada y esté dispuesto a pagar por tener el paso libre.

Si alguien está pensando que ésta es una historia tonta le diré que con pocos más mimbres Ronald Coase escribió el segundo de sus artículos más conocidos. A los genios les basta con dos artículos sin ecuaciones y con un único concepto para cambiar dos campos de análisis. Su visión sobre las implicaciones de quién tiene derecho y sobre las posibilidades de negociar es fundamental para entender problemas de medio ambiente. En concreto, para diseñar medidas efectivas tratando de amortiguar el coste económico que podría poner en peligro su implantación. 

Volviendo al ejemplo vemos que, aparentemente, puede "mandar" la fuerza del joven, la norma social o la capacidad económica y valoración del tiempo de uno u otro. Pero, en realidad, quien "manda" es el pasillo estrecho. Las soluciones a los problemas pueden ser mejores o peores pero no son el problema. Igual que los mensajeros pueden traer mejores o peores noticias pero la solución no pasa por matarles.

Usando un lenguaje un poco más técnico diría que "mandan" las escaseces. Las diferentes normas e instituciones gestionan la escasez. Algunas de estas normas son ajenas al mercado mientras otras están destinadas a solucionar los problemas con intercambios. En resumen, el mercado es una de las soluciones. No necesariamente la mejor ni la peor. Depende de los casos.

Volviendo de nuevo a la historia de la viejecita y el joven a mí la solución que más me desagrada es arrollar a la anciana. A otras personas les parece odiosa la idea de que la anciana le compre su tiempo al joven. Pero esa es otra historia que pertenece al segundo capítulo. De la anécdota, yo me quedaría con la idea de que si el joven se cansa de pagarle el peaje a la ancianita puede decidir ampliar el pasillo o buscar otra alternativa. En ese caso, la solución mercantil es la que manda la señal adecuada.   

(*) Me gustaría hacer un inciso sobre la pérdida de la norma de ceder el asiento. No hace muchos años se enseñaba en las escuelas la necesidad de ceder el asiento a las personas mayores, embarazadas o personas con algún problema. En mis viajes en el metro en Madrid y en las salas de espera observo que esta costumbre ha desaparecido. 

viernes, 10 de junio de 2011

El coste de la ficción y la ficción del coste cero

Los aficionados a la lectura deben tener clara la diferencia entre realidad y ficción. No en vano, una de las obras claves de la literatura española se regodea en las desdichas de Don Quijote ante sus dificultades para distinguir una de otra.

El hecho de que vivamos rodeados de fenómenos económicos genera una familiaridad que se puede confundir con comprensión o por lo menos con la sensación de que se pueden entender en dos tardes. En otros campos, parece más clara la distinción entre vivir marcado por una  circunstancia y entenderla. Por ejemplo, la diferencia entre sufrir una enfermedad y entender sus características.

El coste es un concepto de apariencia sencilla que se resiste al embate de mentes por otra parte brillantes. Por ejemplo, el alcalde saliente de la ciudad donde vivo insistió durante la campaña electoral en que su proyecto de tranvía era a coste cero. La afirmación sorprende ya que se baraja una cifra inicial mínima de 70 millones de euros y esas cifras suelen crecer antes de concluir el proyecto.

Considero que una persona ha adquirido unos rudimentos mínimos de economía cuando puede afirmar sin dudar: "si se usan recursos escasos hay coste". Por tanto, si el proyecto del tranvía usa suelo, maquinas, trabajadores, energía, etc. no puede tener coste cero.

La ficción de coste cero puede tener consecuencias muy negativas. Por una parte, el coste es la señal que frena proyectos descabellados. Si se niega la existencia de este coste estás más cerca de emprender un proyecto desatinado. Por otra parte, el coste siempre estará ahí. No desaparece por tu negativa y alguien lo pagará más tarde o más temprano.

Fenómenos similares al "coste cero" del tranvía se repiten con regularidad. A mí se me ocurren dos preguntas:

1. ¿Cómo puede el anterior acalde, alto directivo de banca, pensar que un proyecto que usa ingentes recursos tiene coste cero?

2. ¿Cómo pueden llegar a semejante conclusión los ciudadanos que le votan?

Soy consciente de que hay respuestas malévolas para la primera pregunta y respuestas simples para la segunda. Por tanto, voy a proponer una teoría que deja en mejor lugar al alcalde saliente y a sus votantes. La explicaré con un ejemplo.

Algunos días te quedas a comer en un restaurante cercano a tu trabajo donde sirven un magnífico menú a un precio muy razonable. Sin embargo, el vino no está incluido. Cuando el camarero te pregunta si te apetece beber vino tendrás que comparar tu incremento de bienestar asociado a beber vino con el precio de la botella. Un día, organizas en el mismo restaurante una comida con  un grupo de 100 compañeros de trabajo. La escena se repite pero ahora el avispado camarero aparece en una esquina de la mesa con una botella de vino de 100 euros. La primera persona a la que ofrece el vino calcula que si se abre la botella no va a pagar más de 1 euro por el vino. Por tanto, accede a tomar vino. El problema es que todos los comensales van tomando la misma decisión. Al poco se abre una segunda botella, luego otra y la broma puede salir con facilidad por cien euros por barba.

Supongo que la gente se ha dado cuenta de este fenómeno hace mucho tiempo y, por eso, cuando se organiza una celebración masiva todas las decisiones sobre el menú y vino se toman antes del convite. En otras palabras, nadie en su sano juicio deja opciones onerosas abiertas cuando el grupo sea grande.

El tranvía de León no sale a coste cero. Suponiendo que lo pague el gobierno central supondrá un incremento de impuestos pequeño cuando se divida entre todos los contribuyentes del país. Por tanto, se presiona para que se haga y se ridiculiza a los críticos con el argumento del coste cero. Lo que pasa es que el mismo fenómeno va a ocurrir en todas las poblaciones del país sobre ese u otro proyecto. Al final, todos terminamos pagando todos los proyectos con independencia de su interés.