domingo, 13 de septiembre de 2009

Administración centralizada versus descentralizada

Cada diaria te proporciona miles de ejemplos para comentar en el blog. Una comida para charlar con mi amigo Epi inició este post.
En el paseo hasta el restaurante Epi se quedó mirando un espacio detraído de la calzada que se está construyendo con los fondos del plan E. Es decir, entre la acera y lo que queda de la zona de circulación de vehículos. Yo le pregunté qué era esa acera suplementaria y para mi sorpresa se trataba de un difícilmente reconocible carril bici. El carril quita un poco más de un metro de la calzada de los vehículos y está separado de ésta por un muro o saliente de unos quince centímetros de alto.
Conociendo el respeto que generan las bicicletas y sus usuarios en la ciudad de León no es extraño que el diseñador haya decidido separar ambos ámbitos de forma rotunda. El coche que decida invadir el ámbito reservado a la bicicleta lo hará a un gran coste de ruedas, amortiguadores o incluso chapa y pintura.
A Epi le preocupaba la estrechez del carril que parecía dificultar el cruce de dos ciclistas. Más aún, si al apartarse uno de ellos tocase en el pequeño muro probablemente se caería hacía la calzada de los vehículos y tendría un grave accidente.
Epi me comentó que éste era un buen tema para ilustrar, una vez más, en el blog las dificultades de realizar determinados proyectos desde el sector público. Me mostré básicamente de acuerdo con su apreciación pero le señalé mi reticencia a tratar el tema en el blog. En la nueva etapa voy a huir de la crítica política concreta y directa y voy a intentar quedarme con categorías más generales que la presunta incompetencia de una persona. Por otra parte, mi opinión sobre los problemas del sector público quedó clara en el blog anterior que decidí finiquitar.
En esas estaba cuando mi antiguo alumno y buen amigo Hector me llama para tomar algo y comentar algunos de sus proyectos actuales. En un momento de la conversación mencioné el comentario de Epi y la respuesta de Hector me inspiró a pensar un poco más este tema.
Hector afirma que efectivamente el carril es relativamente estrecho pero quizás no puede ser más ancho. Pero más importante que eso, me dijo que los accidentes serían mucho más infrecuentes de lo que nosotros estábamos sugiriendo.
Las tres personas implicadas en esta conversación practicamos la natación habitualmente en piscinas públicas. En las piscinas públicas la gente comparte las calles, se molesta mutuamente pero los choques son muy infrecuentes. Hector dice que la gente se ve, se adapta a la restricción a la que se enfrenta y trata de sacar lo mejor de cada circunstancia. Por ejemplo, si estás nadando a braza reduces la amplitud de la brazada o no das la brazada en el momento del cruce. Si estás nadando de espaldas te pegas mucho a la baliza que separa las calles. Ambas circunstancias te obligan a nadar más despacio pero la calle se usa por dos, tres o incluso cuatro personas sin grandes problemas.
De repente, el problema de diseño público de una infraestructura se había convertido en un problema muy general de teoría económica: la provisión centralizada de un bien versus la provisión descentralizada.
En el caso centralizado el carril tendría que ser bastante ancho o debería haber una regla muy severa y costosa: el ciclista que circula en un sentido debe parar. En el caso descentralizado los ciclistas son conscientes del objeto que manejan y toman sus decisiones.
Yo sé que este ejemplo plantea dudas porque si al final ocurre el accidente que pronostica Epi (y ocurrirá) a los que proponemos la otra solución nos van a correr a gorrazos.
En ésas estaba cuando intentando mantener un poco vivo mi inglés encontré este video en la cadena de televisión estadounidense CBS.


Shared Space
September 5, 2009 4:21 PM
One Dutch community made an attempt to change the rules of the road by implementing no traffic lights or street signs. Mark Phillips has the story of a Dutch town's shared roadway.



Se trata del mismo caso del carril bici demasiado estrecho. El tráfico urbano está regulado por complejas legislaciones, tecnología e infraestructuras crecientemente costosas. De repente, alguien se da cuenta de que los humanos podemos administrarnos mejor, que buscamos soluciones en nuestras interacciones si éstas son personalizadas.
Finalmente, para forzarme a escribir pronto, voy a adelantar el contenido del siguiente post: la afición a la pesca de mi amigo Alfonso y la administración de los cotos (permisos) de pesca en nuestro país.

domingo, 6 de septiembre de 2009

El análisis económico de El Roto

Un compañero de trabajo tiene la puerta de su despacho empapelada con viñetas del El Roto. Mis reacciones a las viñetas van desde una sonrisa a la indiferencia pasando por la frustración cuando trata cuestiones económicas de una determinada manera. Es una obviedad reconocer el talento del dibujante hasta tal punto que hay viñetas con contenido económico en las que acierta de pleno. Valga de ejemplo esta viñeta de 2004 cuando se decía que la vivienda no podía bajar de precio.


¿Qué problema puede haber en buscar una sonrisa con una frase ingeniosa sobre economía?

El problema es que la frase ingeniosa gira sobre unas pocas palabras clave que incitan una determinada reacción en la gente. Se trata de una reacción intelectual instantánea y superficial sin ninguna posibilidad de volver atrás y evaluar el razonamiento que aparece en la viñeta. La frase suele pintar un universo económico con ricos gordos y malos y pobres muy delgados y buenos. Un universo de personas que hacen daño y de personas que sufren. Perfiles siempre bien delimitados, fáciles de identificar y, por tanto, de querer y de odiar.

La viñeta que me ha inspirado esta entrada es la siguiente (Gracias Jasón):
Mi interpretación de la viñeta es la siguiente:

El gobierno de España en su incansable programa de ayuda a los más necesitados tiene que subir los impuestos porque unas pocas personas muy malas robaron un botín y lo escondieron en un paraíso fiscal. Es curioso como la idea fuerza funciona igual sin la última parte: El gobierno de España en su incansable programa de ayuda a los más necesitados tiene que subir los impuestos porque unos pocos muy malos robaron un botín. Sin embargo, el paraíso fiscal es un resorte que El Roto no puede dejar de usar.

El caso es que la frase es cierta. Algunas personas se beneficiaron de la burbuja financiera e inmobiliaria que precedíó a la crisis económica. Una determinada parte de ese dinero está seguramente en algún paraíso fiscal. Lo que no dice es que también se beneficiaron las mismas autoridades que ahora buscan en el bolsillo de los contribuyentes.

Mi problema es que la viñeta de El Roto hace que personas bien intencionadas piensen en cosas sobre las que no tenemos mucha capacidad de actuación (ricos muy malos, paraísos fiscales ) y olvidemos cosas sobre las que si podemos actuar:

- Presupuestos con gastos muy discutibles en la fase de bonanza. Algo así como un mileurista que le toca un millón de euros en la loto (burbuja inmobiliaria) y firma gastos anuales permanentes sobre esa base (presupuestos del estado). Al año siguiente (ahora) cuando no le toque la loto de nuevo tiene un serio problema.

- Reticencia a aceptar la llegada de la crisis económica.

- Reticencia a adoptar medidas que puedan ayudar a limitarla en magnitud o duración.

Es decir, la divertida y filosófica viñeta es en realidad un elemento más en la campaña de intoxicación de los medios de comunicación que nos toca sufrir.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Lectura de verano

El blog todavía se va a beneficiar de la semana de vacaciones en la playa. Llevé varios libros para ir leyendo pero también compraba un periódico todos los días. El segundo día compré El Mundo y me impactó una frase. Mi sorpresa es que mi amigo Alfonso, que se alojaba en un hotel cercano, había comprado el mismo periódico y se había fijado en la misma frase. Tomando una cerveza en la calurosa medianoche me dijo que él alternaba la compra de periódicos. Me pareció una buena idea y al día siguiente compré El País. Como no podía ser de otra forma dedicaban un par de páginas a un tema que a mí me parece absurdo aunque creo que soy el único habitante de este planeta con semejante opinión.

Un periodista de El Mundo relata las tribulaciones de Olivier Blanchard.
Esta es la sorprendente frase de Pablo Pardo que escribe para El Mundo desde Washington el 19 de agosto de 2009.

"No hay indicios de que los estadounidenses vayan a gastar menos, ni de que los chinos lo vayan a hacer más. En todo caso, por el bien del género humano, esperemos que hagan caso a Blanchard"

Blanchard describe una dinámica de cambios macroeconómicos y microeconómicos que estarían asociados a la solución de los problemas actuales de la economía mundial. No puede jugar al adivino con determinadas variables pero hay otras cuya evolución viene determinada por determinadas restricciones y comportamientos inevitables. Supongo que se trata de mera ironía mencionar que las variables macroeconómicas puedan hacerle caso al economista jefe del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, yo creo que muchos lectores se quedan con la impresión de que la dinámica de las variables macroeconómicas depende de los deseos de alguna autoridad y, en alguna medida, de la propia voluntad de esas variables que pueden no hacerle caso. Por otra parte, cualquier lector de un libro introductorio de macroeconomía sabe que, afortunadamente, las cosas son bastante más simples y naturales que la descripción que hace el periodista.

El comercio justo.
El diario El País dedicaba un par de páginas al comercio justo. Al parecer hay dos líneas de opinión bien diferenciadas. Algunas personas creen que sólo puede lograr sus objetivos si se integra en el comercio normal. Es decir, si estos productos terminan apareciendo en los canales comerciales de masas. Por otra parte, otro grupo cree que hay que desmontar el comercio internacional injusto y convertirlo en comercio internacional justo.
Usando rudimentos básicos de Economía a mí me parece que los primeros proponen algo que es imposible y los segundos son simplemente personas que se imaginan un objetivo utópico y nunca se paran a pensar los inconvenientes o los costes de esa utopía.
Creo firmemente que la solidaridad es necesaria. En ese sentido, es natural que algunas personas transfieran parte de su renta a otra para mejorar su bienestar. Por tanto, pagar un poco más por un determinado producto podría parecer una simple transferencia de renta del que compra al que vende. Sin embargo, hay varios problemas.
El primero pero no fundamental es que la producción y distribución consta de tantos pasos que no se sabe exactamente a quién estás haciendo la transferencia cuando compras un producto por un precio un poco más elevado que el de mercado.
El segundo es que el precio de un producto está relacionado con los costes de todos los procesos que han ocurrido hasta que llega al consumidor. Un precio más elevado del producto sin que hayan cambiado los costes animará a más productores a hacer ese producto y eso puede implicar presiones a la baja en el precio que pretendemos mantener alto. Por otra parte, si se pretende fundamentar un comercio internacional sobre precios más altos que los del mercado lo que fallarán serán los consumidores.
El mercado tiene todos esos fallos que describen los libros introductorio de Economía y posiblemente alguno más. Sin embargo, su eficiencia en la asignación de recursos es muy difícil de igualar. Por tanto, la solución pasaría por definir los fallos de mercado que se detectan y proponer políticas adecuadas más que por sustituir el comercio internacional por una asignación de recursos internacional planificada. Algo que a mi se me parece al sueño de un comunista global.