Uno de los argumentos más falaces en contra de la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados es el del ataque a la libertad. La palabra libertad se usa sin pensar mucho en su significado. Siguiendo la línea editorial de la segunda etapa del blog me centraré en los aspectos económicos del problema. En concreto, en una de las piedras angulares de la libertad: la propiedad privada.
Se trata de una norma social que restringe el uso de un bien a todas las personas con la excepción de su propietario. Es decir, la tan laudada propiedad privada consiste en una restricción a la libertad de todos para mejorar el bienestar de una persona. Se puede demostrar que bajo ciertas condiciones aumenta el bienestar general.
Me gustaría jugar un poco con el concepto de libertad en este ámbito. Imaginemos que me compro un chalet de lujo en la urbanización La Finca en Madrid. En concreto, el que está situado entre el de Mourinho y el de Cristiano Ronaldo. A continuación, compro unos cientos de cerdos y me pongo a engordarlos en el jardín y en las amplias estancias del chalet usando aromáticos piensos. Todo el mundo se da cuenta de que las cosas no pueden ser así. Sin embargo, la situación se parece mucho a la restricción de uso del tabaco. Siempre se podría argumentar que el vivir en esa urbanización es una opción personal y que ellos pueden ir a vivir a otro sitio si quieren.
Si mi ejemplo parece exagerado se puede buscar información sobre el síndrome de Diógenes que consiste en que un vecino decide de forma voluntaria convertir su casa en un vertedero de basuras. La cosa suele solucionarse con una lenta, tibia y tardía acción judicial.
Para los que gusten de pensar en implicaciones más profundas del caso que estoy describiendo propongo la siguiente línea de ataque.
Paso 1. Compro una casa en una urbanización de lujo por 1 unidad monetaria.
Paso 2. Instalo el cebadero de cerdos.
Paso 3. Un agente inmobiliario visita a los vecinos y les ofrece comprarlas por un décimo de una unidad monetaria.
Paso 3. Compro todas las viviendas por una décima parte de su valor, cierro el cebadero de cerdos y vendo las viviendas por una unidad monetaria.
Un punto interesante es que la ganancia del esquema aumenta con la virulencia de la molestia a los vecinos.