viernes, 10 de junio de 2011

El coste de la ficción y la ficción del coste cero

Los aficionados a la lectura deben tener clara la diferencia entre realidad y ficción. No en vano, una de las obras claves de la literatura española se regodea en las desdichas de Don Quijote ante sus dificultades para distinguir una de otra.

El hecho de que vivamos rodeados de fenómenos económicos genera una familiaridad que se puede confundir con comprensión o por lo menos con la sensación de que se pueden entender en dos tardes. En otros campos, parece más clara la distinción entre vivir marcado por una  circunstancia y entenderla. Por ejemplo, la diferencia entre sufrir una enfermedad y entender sus características.

El coste es un concepto de apariencia sencilla que se resiste al embate de mentes por otra parte brillantes. Por ejemplo, el alcalde saliente de la ciudad donde vivo insistió durante la campaña electoral en que su proyecto de tranvía era a coste cero. La afirmación sorprende ya que se baraja una cifra inicial mínima de 70 millones de euros y esas cifras suelen crecer antes de concluir el proyecto.

Considero que una persona ha adquirido unos rudimentos mínimos de economía cuando puede afirmar sin dudar: "si se usan recursos escasos hay coste". Por tanto, si el proyecto del tranvía usa suelo, maquinas, trabajadores, energía, etc. no puede tener coste cero.

La ficción de coste cero puede tener consecuencias muy negativas. Por una parte, el coste es la señal que frena proyectos descabellados. Si se niega la existencia de este coste estás más cerca de emprender un proyecto desatinado. Por otra parte, el coste siempre estará ahí. No desaparece por tu negativa y alguien lo pagará más tarde o más temprano.

Fenómenos similares al "coste cero" del tranvía se repiten con regularidad. A mí se me ocurren dos preguntas:

1. ¿Cómo puede el anterior acalde, alto directivo de banca, pensar que un proyecto que usa ingentes recursos tiene coste cero?

2. ¿Cómo pueden llegar a semejante conclusión los ciudadanos que le votan?

Soy consciente de que hay respuestas malévolas para la primera pregunta y respuestas simples para la segunda. Por tanto, voy a proponer una teoría que deja en mejor lugar al alcalde saliente y a sus votantes. La explicaré con un ejemplo.

Algunos días te quedas a comer en un restaurante cercano a tu trabajo donde sirven un magnífico menú a un precio muy razonable. Sin embargo, el vino no está incluido. Cuando el camarero te pregunta si te apetece beber vino tendrás que comparar tu incremento de bienestar asociado a beber vino con el precio de la botella. Un día, organizas en el mismo restaurante una comida con  un grupo de 100 compañeros de trabajo. La escena se repite pero ahora el avispado camarero aparece en una esquina de la mesa con una botella de vino de 100 euros. La primera persona a la que ofrece el vino calcula que si se abre la botella no va a pagar más de 1 euro por el vino. Por tanto, accede a tomar vino. El problema es que todos los comensales van tomando la misma decisión. Al poco se abre una segunda botella, luego otra y la broma puede salir con facilidad por cien euros por barba.

Supongo que la gente se ha dado cuenta de este fenómeno hace mucho tiempo y, por eso, cuando se organiza una celebración masiva todas las decisiones sobre el menú y vino se toman antes del convite. En otras palabras, nadie en su sano juicio deja opciones onerosas abiertas cuando el grupo sea grande.

El tranvía de León no sale a coste cero. Suponiendo que lo pague el gobierno central supondrá un incremento de impuestos pequeño cuando se divida entre todos los contribuyentes del país. Por tanto, se presiona para que se haga y se ridiculiza a los críticos con el argumento del coste cero. Lo que pasa es que el mismo fenómeno va a ocurrir en todas las poblaciones del país sobre ese u otro proyecto. Al final, todos terminamos pagando todos los proyectos con independencia de su interés. 


1 comentario:

  1. Bueno, ante una aparente miopía económica, que no creo que lo sea tanto, sino que parece más un guiño del tipo "esta ronda la paga Zp cogiendo un poco de todo el mundo". Resulta más errático e imperinente no saber reconocer cuándo las urnas te han ajusticiado electoralmente y llamar bobos a la vecindad tildándoles de miopes y de retrógados . En fin, el partido reconvenido debe iniciar una senda de autocrítica, de regeneración, cosas que no sucederían si se les dejara seguir gobernando como si nada hubiera pasado. Negar el fracaso es negar el problema y creer que se está en lucidez y los demás en la hinopia es el error de la conjura de los necios: Así mascullaba el conductor que iba por la autopista al revés, llamando tontos a los otros.

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