viernes, 1 de octubre de 2010

El gobierno regional tira el dinero en lavadoras

El petróleo se agotará en algún momento de este siglo y mis alumnos pueden ser testigos. Yo les invito a que piensen en ese día aciago. En el momento de repostar los cien litros de gasolina del todo terreno de dos toneladas que usan para ir al gimnasio. Si se concentran pueden escuchar los estertores del surtidor cuando trata de bombear el último litro de combustible. Supongo que mi amigo Epi puede hacer un corto con esta escena y los electores votar con ella en mente pero, económicamente, no tiene mucho sentido.

Bastante antes de que se agote físicamente, el petróleo será cada vez más difícil de extraer. En nuestras visitas a la gasolinera notaremos que el combustible es cada vez más caro. Los conductores buscarán alternativas como usar menos el automóvil (caminar en vez de ir al gimnasio), comprar vehículos más pequeños, que usen menos combustible y, finalmente, que usen otro tipo de combustible. La disponibilidad de ese tipo de vehículos es el desarrollo normal de una industria basada en empresas que quieren seguir vendiendo coches y consumidores que quieren usarlos a pesar de que los combustibles fósiles sean cada vez más caros. En resumen, el modelo económico básico sugiere un mundo en que los pozos de petróleo sean abandonados con una cantidad física más que razonable de materia prima en su interior.

Por cierto, si no estuviésemos tan entretenidos admirando las hogueras de neumáticos en las autovías radiales “gratuitas” y cantando emotivos himnos mineros nos sería más fácil reconocer estas características en el carbón.  

El sábado pasado mi lavadora de once años se paró. En la tienda de electrodomésticos comprobé que las nuevas lavadoras no tenían un precio exagerado pero, sobre todo, gastan mucha menos electricidad. Una característica importante a la hora de tomar la decisión de repararla o retirarla. Pero los detalles más interesantes vienen a continuación:


1. Existe una subvención del gobierno regional de noventa euros para quien decida cambiar una lavadora vieja por una que ahorre energía. 

2. Esa subvención tiene un presupuesto asignado a principios de cada año y en este momento estaba agotada.

Es decir, salgo a hacer un recado y me encuentro al gobierno regional dando una subvención de dudosa utilidad, sin tener en cuenta las condiciones del ciudadano que las recibe y usando una cantidad arbitraria de dinero para ello. La subvención ataca el problema por el lado equivocado, produce efectos que espantarían a los electores si los entendiesen pero, sobre todo, está diseñada sin pensar en el fondo del problema. 




Lado equivocado del problema.

Con precios de electricidad crecientes los consumidores comprarán y las tiendas venderán modelos cada vez más eficientes sin necesidad de esa subvención. Los consumidores pueden hacer el cálculo y decidir si el ahorro en la factura eléctrica les compensa el coste de comprar un nuevo aparato en vez de reparar el viejo. El único problema es que el precio de la electricidad no recoja todos los costes. Por ejemplo, el coste ambiental.  En ese caso, desde un punto de vista ambiental, se reparan más lavadoras anticuadas de las que sería deseable. Pero la solución es que el precio de la electricidad recoja esos costes y los consumidores tomen sus decisiones. 


Efectos indeseables
La subvención puede subir el precio de las lavadoras. Se ve con claridad cuando hay una única tienda vendiendo una única marca de lavadoras. Si los consumidores pagaban 300 ahora pueden pagar 390 sin problemas. El caso no es tan extremo en electrodoméstico pero existe alguna sospecha de que las subvenciones recientes a la compra de automóviles llevaron a subidas de precios.


Diseño poco cuidadoso de la intervención.
Voy a terminar este comentario reconociendo que quizás sí existe un problema en el proceso de renovación de bienes duraderos más eficientes en el uso de la energía. Aunque el precio de la energía recoja todos los costes de producción el consumidor se encuentra antes una tesitura complicada. Puede ahorrar cinco euros al mes con la nueva lavadora pero cuesta trescientos que quizás no tenga en este momento. El ahorro de energía le permitiría pagar los trescientos euros en cinco años más algún tiempo adicional para cubrir los intereses del préstamo. El problema es que no está claro que exista un crédito al consumo por esa cantidad  y con esos pagos. Mucho menos un crédito que se le conceda a cualquiera que se le rompa la lavadora. 

El caso es que yo veo una oportunidad a cuatro bandas. La primera para la entidad bancaria que sea capaz de pensar en ese tipo de crédito. La segunda para el fabricante de lavadoras que sea capaz de incorporarlo a su proceso de ventas. La tercera para la compañía distribuidora de electricidad que sea capaz de ligar ahorros en el recibo de la luz con pagos del crédito. La cuarta para el gobierno regional que reconozca que un programa de avales bancarios que reduzcan el coste financiero de la operación puede ser más barato, llegar a más contribuyentes y tener menos efectos indeseados que dar una subvención.

Los gobiernos deberían ser más reflexivos para que no se cumpla el dicho que se le atribuye a Ronald Reagan: si funciona ponle un impuesto, si sigue funcionando súbeselo y si deja de funcionar dale una subvención.